Interpol – Antics: 20 años de ecos oscuros
El 27 de septiembre de 2004 vio la luz Antics, el segundo álbum de Interpol y uno de los discos más influyentes de la primera década de los 2000. Tras el impacto de Turn On the Bright Lights (2002), el cuarteto neoyorquino tenía la difícil tarea de consolidar su identidad dentro de la avalancha post-punk revival que dominaba la escena. Lo lograron con un disco más compacto, luminoso en la superficie, pero igual de inquietante en su trasfondo.
El salto tras la sombra del debut
Si el debut era claustrofóbico, casi gótico, Antics mostró a una banda que entendía cómo expandir su sonido sin traicionar sus cimientos. Las guitarras de Daniel Kessler adquirieron mayor dinamismo, la base rítmica de Carlos Dengler y Sam Fogarino ganó músculo y precisión, y Paul Banks consolidó su figura de crooner enigmático, con un tono más cálido pero igualmente distante.
Canciones que definieron una era
El disco está lleno de momentos inolvidables:
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“Evil”, con ese bajo hipnótico que se convirtió en himno de la década.
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“Slow Hands”, un single inmediato, donde Interpol mostró que podía sonar bailable sin perder oscuridad.
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“C’mere” y “Narc”, que jugaron con una sensibilidad melódica más directa.
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Y el cierre con “A Time to Be So Small”, heredero del dramatismo introspectivo del primer álbum.
Cada tema es testimonio de una banda en su mejor momento creativo, capaz de ser accesible y desafiante al mismo tiempo.
Legado y vigencia
Veinte años después, Antics sigue siendo un disco clave no solo en la discografía de Interpol, sino también en el mapa de la música alternativa. Representa la madurez temprana de una banda que, con apenas dos discos, ya era referencia global. Su mezcla de elegancia, tensión y melancolía marcó a toda una generación y todavía hoy resuena como un clásico moderno.
Antics no fue solo la confirmación de Interpol: fue la constatación de que el post-punk revival podía trascender la etiqueta y dejar huella duradera en la historia del rock.
