Amor Amarillo: la luz interior de Gustavo Cerati
El 9 de octubre de 1993, Gustavo Cerati abría una nueva etapa en su vida y en su arte. Mientras Soda Stereo atravesaba un descanso indefinido, él publicaba su primer disco solista: Amor Amarillo. Un álbum íntimo, solar y doméstico, grabado en su casa, entre Buenos Aires y Santiago de Chile, con el pulso del amor y la paternidad latiendo en cada compás.
“Fue un disco hecho con la libertad total de no tener que pensar en nadie más que en mí mismo”, decía Cerati. “No había un plan, solo un estado. Y ese estado era la felicidad”.
Esa felicidad suena. Vibra. Inunda.
En Amor Amarillo todo parece suspendido en una luz cálida y permanente: el pop psicodélico de Te llevo para que me lleves, la ternura espacial de Lisa, el encanto melancólico de Cosas imposibles. La voz de Cerati se mueve entre la introspección y el juego, entre la mirada hacia adentro y el deseo de seguir explorando.
Lejos del vértigo colectivo de Soda, este disco fue su refugio y su manifiesto personal. Un trabajo donde el artista deja entrar el silencio, el eco y la fragilidad. Donde las canciones respiran como si fueran pensamientos, y el sonido —pulcro, expansivo, pero emocional— prefigura el universo que vendría después con Bocanada.
“Amor Amarillo fue mi despertar. Es el color del sol, de la energía vital, de lo que me mantenía vivo”, contaría años más tarde.
Tres décadas después, sigue brillando con esa misma intensidad. No como un gesto de ruptura, sino como un acto de amor: hacia la música, hacia la vida, hacia la posibilidad de empezar de nuevo.
En El Bloque Radio lo celebramos como lo que es:
un punto de partida, una declaración de calma y belleza,
el inicio del camino solista de un artista que nunca dejó de buscar el sonido de la emoción pura.
